La luz del cirio bendito, el sonido de las campanas, el Gloria y el Aleluya. ¡Es Semana Santa en Jerusalén! Según la tradición, la Vigilia Pascual se celebra en el Santo Sepulcro el sábado por la mañana frente al Sepulcro vacío. Una liturgia especial que comienza con la bendición del fuego nuevo frente a la piedra de la Unción. El cirio pascual se enciende con una llama que sale del sepulcro y esta luz se esparce por toda la basílica. Las lecturas cuentan la historia de la salvación y se alternan con los salmos y el canto del Gloria. Finalmente, la bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales. Presidió la celebración Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, junto a Obispos y sacerdotes de diversas partes del mundo. También estuvieron presentes numerosos peregrinos y cristianos locales. En su homilía, Pizzaballa, destacó la intervención gratuita de Dios en la historia humana. Mons. PIERBATTISTA PIZZABALLA Patriarca latino de Jerusalén El amén del Padre, fue asesinado y puesto en un sepulcro. Humanamente hablando, su vida terminó en el peor de los fracasos. En la mañana del primer día después del sábado, las mujeres van a la tumba a llorar, pero la encuentran vacía. Vemos un vuelco, un cambio repentino de dirección — prosiguió el patriarca. Dice el Evangelio que estas mismas mujeres salen precipitadamente del sepulcro, que no se quedan allí llorando, con tristeza, sino con temor y gran alegría (Mt 28,8) para volver a los discípulos a llevarles un anuncio de vida. Mons. PIERBATTISTA PIZZABALLA Patriarca latino de Jerusalén En la Iglesia resuenan todavía hoy las palabras del ángel: '¡No tengáis miedo!... Yo sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha subido al cielo…. He aquí, os lo he dicho» (Mt 28, 5.7). Es tarea de la Iglesia suscitar ese nuevo dinamismo de vida, que del ángel llega a la mujer, de la mujer llega a los discípulos, y de ellos al mundo entero. Que nuestra Iglesia, pues, la Iglesia de Jerusalén, que fue la primera en recibir este maravilloso anuncio, no busque al Vivo entre los muertos (Lc 24, 5), entre los que han perdido la esperanza y permanecen encerrados en sus tumbas. Desde este lugar, en cambio, desde la tumba vacía de Cristo, llega todavía hoy al mundo entero esta buena noticia: "Él no está aquí. Ha resucitado, como dijo” (Mt 28:6).” Hoy como entonces, desde Jerusalén al mundo: ¡Aleluya, el Señor ha Resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!